El fuego de Olimpia desde los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia.
Este jueves y después de la detención de Ismael “El Mayo” Zambada, de acuerdo a los archivos del Buró Federal de Prisiones (BOP, por sus siglas en inglés) se reveló que Ovidio Guzmán López, “El Ratón”, líder de “Los Chapitos” fue liberado desde el pasado martes.
Este jueves y después de la detención de Ismael “El Mayo” Zambada, de acuerdo a los archivos del Buró Federal de Prisiones (BOP, por sus siglas en inglés) se reveló que Ovidio Guzmán López, “El Ratón”, líder de “Los Chapitos” fue liberado desde el pasado martes.
«El Ratón” es hijo de El Chapo, quien se hizo celebre cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó su liberación en el marco del llamado Culiacanazo en octubre del 2019 y a quien le han compuesto más de 20 narco-corridos.
El fuego divino de Olimpia quedó hoy en su hogar de los Juegos Olímpicos París 2024, con el encendido del pebetero, en acto realizado por los medallistas Marie-José Perec y Teddy Riner.
El encendido del pebetero, que iluminará cada una de las participaciones de los 10 mil 500 deportistas, siendo la mitad de esa cifra mujeres y la otra hombres, significa la continuidad de los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia.
El fuego olímpico significa desde entonces un símbolo de paz y amistad entre los hombres y mujeres, los pueblos y las naciones y por ello tiene gran trascendencia en el movimiento olímpico.
Histórica presencia del fuego olímpico
En la Antigua Grecia se desarrollaron los Juegos Olímpicos a partir del año 776 antes de Cristo y se celebraron por última vez en el 393 después de Cristo.
Cada cuatro años se realizaron y siempre en Olimpia, donde permanecía el fuego durante las competencias, el cual también se colocaba en los templos.
Los primeros Juegos Olímpicos modernos no contaron con el fuego olímpico y menos con un pebetero.
Su primera aparición fue en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam y el 28 de julio de 1928 apareció por primera vez en forma circunstancial.
En la entrada principal del Estadio Olímpico se construyó una torre de 40 metros de altura y su parte superior sirvió de pebetero, el cual fue encendido por un trabajador de una compañía de gas.
Fue para los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 cuando se introdujo el encendido del fuego olímpico desde Olimpia, Grecia.
Fue a la vieja usanza para tener el fuego más puro, mediante un espejó parabólico que reflejó los rayos del sol y así se generó la llama.
Por primera vez hubo una antorcha y se trasladó en relevos por territorio de Grecia, Bulgaria, Yugoslavia, Hungría, Austria, Checoslovaquia y hasta llegar a Alemania.
Todo fue un acto político y propagandístico de una fulgurante Alemania nazi y Adolfo Hitler.
Momento sublime
Desde entonces, el encendido del fuego en Olimpia y el pebetero en la ciudad sede, es el momento más sublime y de embeleso en la ceremonia de inauguración.
La grandeza de quien lo hace convierte el momento todavía más mágico, como la mexicana Enriqueta Basilio, quien fue la primera mujer en la historia en hacer el encendido de un pebetero, en los Juegos Olímpicos de México 1968.
También cuando lo hizo Muhammad Alí en Atlanta 1996, por ser uno de los deportistas más grande en la historia del boxeo, pero también por ser un luchador por los derechos civiles más elementales.
También por negarse ir a la guerra de su país contra Vietnam a “ayudar a asesinar y quemar a otra pobre nación”, argumentó.
Pero el momento más grandioso y espectacular lo protagonizó Antonio Rebollo, quien lanzó con su arco una flecha con el fuego olímpico.
La flecha recorrió 80 metros e hizo el encendido del pebetero de los Juegos Olímpicos Barcelona 1992.
La primera toma de la televisión permite ver como la flecha cae sobre el pebetero.
Al poco tiempo salieron videos que demostraron que la flecha pasó de largo y que tal vez un dispositivo sincronizado hizo el encendido.
Pero lo maravilloso es la primera impresión, que permite ver el momento como una proeza, inaudito y fantástico y esa es la magia que tiene el fuego olímpico y el encendido del pebetero con su espíritu olímpico.