Alejandro Lelo de Larrea
Columna
Mientras caminan con pequeñas banderas de México sobre la Plaza de San Pedro, un grupo de católicos que acudieron a la Convención Mundial de Radio María charla con emoción sobre el próximo Jubileo en Roma, que comenzará el 24 de diciembre, un periodo en que los fieles de esta iglesia se abren para perdonar y pedir perdón.
A unos metros de donde vive el papa Francisco surge inevitable un tema que cientos de miles de católicos siguen esperando hace casi un siglo: que el Estado Mexicano pida perdón por la persecución y muerte de unas 250 mil personas –según historiadores serios– durante la guerra de los cristeros, y una cantidad parecida de gente que tuvo que refugiarse en Estados Unidos.
Estos crímenes hoy deberían ser considerados de lesa humanidad porque perseguían a un grupo social por sus creencias. Tan fue así, que se llamó “cristiada” a esa guerra civil que le estalló al presidente Plutarco Elías Calles en agosto de 1926, contra lo que se conoció como “Ley Calles”, que esencialmente limitaba la libertad de culto en espacios públicos. Tras el asesinato del reelecto Álvaro Obregón asumió como interino el títere de Calles, Pascual Ortiz Rubio, quien tuvo que parar la guerra en agosto de 1929.
Desde 2020, López Obrador desatendió a quienes le solicitaron pidiera perdón por la guerra cristera. El pendiente ahí sigue. ¿Le toca ahora a la presidenta Claudia Sheinbaum pedir ese perdón por la cristiada?
A la mejor sí, porque ya compró otro asunto de perdón histórico: para su toma de posesión no invitó al rey de España, Felipe VI, porque nunca respondió la carta que en abril de 2019 le mandó López Obrador para solicitarle que se disculpara con el pueblo de México por los crímenes que cometieron españoles durante la Conquista de México, hace 500 años. Este asunto mantiene frías las relaciones diplomáticas entre España y México. Es probable que así sea por mucho tiempo.
Lo mismo puede ocurrir con el caso del papa Francisco, con quien hay una dualidad en la relación. Por un lado, como mandatario del “Estado de la Ciudad del Vaticano”, y por otro, como líder de la iglesia católica en el mundo, rol en el cual López Obrador le pidió apoyo para “pacificar” a México. Nunca obtuvo una respuesta, y acaso por ello el 10 de octubre de 2020, su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller entregó en mano propia una carta al papa en la que López Obrador le solicita a la cúpula de la iglesia católica que exprese una disculpa pública “por las atrocidades cometidas contra los pueblos originarios para saquear sus bienes y tierras y someterlos desde la conquista de 1521 hasta el pasado reciente”.
De entonces a la fecha, como los fieles católicos con quienes charlé en la Plaza de San Pedro, muchos miles le reviraron a López Obrador –otro tema que le hereda Sheinbaum– lo del perdón por los crímenes de la guerra cristera de Calles. El gobierno de Morena no puede eludir su obligación moral de pedir perdón, porque además son parte del árbol genealógico del priísmo callista en el que nació López Obrador y militó hasta finales de los 1980. Y Sheinbaum es su heredera. En todo caso, así como exigen Rey Felipe VI y al papa Francisco una respuesta y una disculpa, ella debería pedir perdón por los crímenes en la guerra cristera de sus antepasados priístas. Lo veremos.