En la ceremonia de toma de posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta de México, un gesto llamó la atención y se convirtió en un símbolo de la tensión política actual: los diputados de oposición se acercaron a la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), para saludarla y abrazarla. Este acto fue mucho más que una muestra de cortesía; representó un mensaje claro de apoyo y reconocimiento a la figura que, desde el Poder Judicial, ha sostenido una postura crítica frente a un Ejecutivo cada vez más confrontativo. En contraste, el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, ignoró deliberadamente a Piña, lo que acentuó las tensiones entre los dos poderes y dejó ver el complejo panorama que enfrenta la nueva administración.
Este gesto de la oposición podría interpretarse como una señal de unidad frente a la nueva administración, enviando un mensaje de que, aunque Morena tenga mayoría en el Congreso, el contrapeso de los otros poderes sigue siendo esencial para la democracia mexicana. Según algunos analistas políticos, este acercamiento es también un intento por ganar terreno y contrarrestar el poder del Ejecutivo a través del fortalecimiento de las instituciones judiciales.
El desaire de López Obrador a Piña fue interpretado por muchos como una señal de que la relación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial seguirá siendo tensa en el futuro inmediato. A pesar de haber dejado el cargo, la influencia de AMLO en la política mexicana es innegable, y su postura frente a la Corte podría seguir condicionando las decisiones de su sucesora, Claudia Sheinbaum. Sin embargo, la presidenta ha mostrado una mayor disposición al diálogo, lo que abre la puerta a una posible reconfiguración de las relaciones entre ambos poderes.
La relación entre el Ejecutivo y el Judicial ha sido una constante fuente de conflicto en los últimos años. De acuerdo con datos del Centro de Estudios para la Democracia en América Latina, más del 65% de las decisiones de la SCJN en los últimos dos años han sido contrarias a las políticas impulsadas por el Ejecutivo, lo que ha provocado un clima de desconfianza entre ambos poderes. Esta situación podría escalar en los próximos meses si Sheinbaum no logra equilibrar las tensiones heredadas de la administración anterior.