La coordinadora de Morena en el Congreso de la Ciudad de México enfrenta circunstancias complejas, a pesar de que tienen mayoría calificada. Los problemas no son ni serán con la oposición –a la que no necesitan ni para reformas constitucionales–, sino con su grupo parlamentario y los aliados del PT y PVEM.
La unidad va a ser acaso la principal dificultad, porque ya empiezan a formarse grupitos (pequeñas tribus) para exigir cotos de poder, apiñarse por el reparto del pastel: presidencias de Comisiones, plazas para sus equipos de trabajo y de gestión social, montos de prerrogativas que asignan a los grupos parlamentarios.
Hay otros líos ya en tránsito: una especie de parálisis administrativa que va a salpicar la labor legislativa. Apenas están entregando las oficinas a los nuevos, pero aún no les han definido el personal que van a autorizarles para contrataciones. Por lo pronto, los afortunados que prácticamente aseguraron su plaza no van a cobrar todavía su primera quincena. Tardarán quizás una o dos más, si bien les va.
El tema se le complica a Bravo porque tampoco es suya la posición de la Oficialía Mayor –el que reparte el billete–, que encabeza Reynaldo Baños. Él responde políticamente a la ex coordinadora Martha Ávila, actualmente presidenta de la Mesa Directiva. Si no fluye el dinero, la coordinadora difícilmente va a gobernar esa bancada y a sus aliados.
Otro conflicto en ciernes es en la vía jurídica. Como Bravo dijo que se acabaron los contratos para los trabajadores que “no tengan referente” (‘padrino’), muchos ya no van a cobrar la quincena, pues incluso hay quienes ni se han enterado de que ya no tienen empleo. Por tanto despedido, ya empezaron a llover las demandas y van a colapsar el área jurídica del Congreso.
El malestar de los trabajadores lo agrava que no les quieren dar un centavo de liquidación o retiro, mientras vieron que cada diputado de la Legislatura que acaba de terminar se llevó, en total, 3 millones 800 mil pesos como “bono de marcha”.
El tema de la conformación de tribus también le genera a Xóchitl Bravo un conflicto de liderazgo, y más por la forma en que llegó a la coordinación. Hasta dos días antes de que la bancada votara por ella, la decisión era que repetiría la diputada Martha Ávila. Pero no fue así. La llamó Clara Brugada para informarle que no sería ella, que había un acuerdo, un compromiso de pago de factura política con el todavía jefe de Gobierno de cederle esa posición, vía la diputada Xóchitl Bravo. A Martí Batres le pagaron de más, porque también le entregaron la Secretaría de Gobierno, vía César Cravioto.
La vicecoordinación pudo generar un equilibrio, pero fue al contrario, porque se la entregaron a Brenda Ruiz, quien no es de Morena, tiene formación panista, también pasó por el PRI y llegó al Congreso vía el PVEM. Le dieron esa posición para cumplir un compromiso con su jefe político, Adrián Rubalcava, por varios millones de razones relacionados con las campañas para Alcaldías.
En morena no le tienen confianza a Ruiz, porque carga una historia de que grabó ebrio a Federico Döring en una fiesta privada y filtró la información a un periódico nacional, para impedir que fuera designado presidente de la Cámara de Diputados, en 2016.
Si Xóchitl Bravo logra preservar la unidad después de rolar las Comisiones en rebanadas, se afianzará… al menos de aquí a que haya otro pastel para repartir. Lo veremos.