El gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llega a su fin, mientras él sigue desinformado y furioso por la detención de Ismael Zambada.
Quizá AMLO quiera pedirle ahora a Emilio Azcárraga, que le ayude a publicitar la elección de jueces y magistrados.
TRAS BAMBALINAS
Por Jorge Octavio Ochoa
Columna
Como en todo principio y final, siempre hay espacio para la esperanza y el arrepentimiento. En los albores del nuevo gobierno, dos señales surgieron para la esperanza:
Sheinbaum pidió a los morenistas, separar las labores del partido de las del gobierno. Ahí mismo, sin que ningún medio lo viera o destacara, la presidente electa fue a saludar, de mano, a la ministra Norma Piña.
Pareció, por un momento, el regreso a la civilidad política. ¿Algo puede cambiar? Tendremos la ilusión de que así sea. Pero cuando vemos los nefastos resultados que deja el actual gobierno, se desploma la expectativa.
El enredijo de criminales que se trasluce hoy en Sinaloa, es el colofón de las relaciones sospechosas que mantuvo el actual régimen con el crimen organizado, y que se observa en los gobiernos de Guerrero, Morelos, Michoacán o Chiapas.
Mal están las cosas en el país, cuando una televisora te dice que un programa de morbo y voyerismo tiene igual volumen de votos que los obtenidos por la futura presidente de la República.
Al menos eso es lo que dice Emilio Azcárraga: que “La Casa de los Famosos” tiene un 30 por ciento más de audiencia en comparación a la emisión del año pasado. Tan sólo el domingo 10 de agosto tuvo más de 35 millones de votos del público.
Bofetadón. Lo peor, es que eso también habla mal del pueblo, de ese público que arropa a unos y otros con fanatismo. Pan y circo. Por eso Sheinbaum gastó, como jefa de gobierno de la CDMX, 208 millones de pesos, en shows para los chilangos.
Habla mal del pueblo, porque mantiene los ojos cerrados a lo que ocurre, pese a su gravedad. López Obrador, acusado de #NarcoPresidente, pretende cerrar su ciclo con dos golpes autoritarios.
El agandalle que se avecina, con la sobre representación en el Congreso, y el aplastamiento definitivo del Poder Judicial, representan, insistimos, pulsiones mafiosas para un lavado final de crímenes.
Furioso por la captura de El Mayo, el mandatario sigue sin poder hilvanar una explicación lógica de lo ocurrido en territorio mexicano. Ahora resulta que la captura de un criminal, para él significa “traición a la patria”.
Sigue sin saber “qué pasó con el piloto, si lo dejaron libre o de dónde es”. Tampoco sabe de dónde despegó la aeronave que lo trasladó y exige respuestas al gobierno estadounidense.
Los hechos ocurrieron justo el mismo día del asesinato del ex rector de la Universidad de Sinaloa y diputado local electo, Héctor Melesio Cuén, a quien el gobierno del estado le había quitado días antes, la seguridad especial que tenía.
López Obrador dijo no saber que el jefe de escoltas de El Mayo, era un comandante de la Policía de Investigación de la Fiscalía del estado. Seguramente tampoco sabía que el gobernador había viajado, ese día, en un jet privado a los Estados Unidos.
Menos sabría, que la aeronave le fue prestada por el empresario Jesús Vizcarra, a quien se le imputan nexos de amistad con Zambada. Tampoco sabe seguramente que Rocha tenía nexos con el líder huachicolero Sergio Carmona.
En ese mar de asuntos de los que no sabe nada López Obrador, el sábado 17 de agosto fue asesinado el 2º de a bordo de El Mayo, Martín García Corrales, “El Tano” por el que Estados Unidos ofrecía 4 millones de dólares de recompensa.
Pero como intuye que lo querrán involucrar a él en temas de un narco Estado, exige también a Joe Biden que deje de financiar a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, porque sólo se dedica a sacarle sus trapitos al sol.
Quizá AMLO quiera pedirle ahora a Emilio Azcárraga, que le ayude a publicitar la elección de jueces y magistrados. En una de ésas, también alcanzan los 35 millones de votos, como ocurrió con la pasada elección presidencial. ¡Ups!