Por Jorge Octavio Ochoa.
fuente: Los Ángeles Press
Columna
Lo que está por ocurrir en México, es el agandalle más grande de la historia, equiparable al fraude cometido por Nicolás Maduro en Venezuela. Ahí están los hechos:
Una reforma judicial impuesta a contrapelo de la lógica y del derecho, acompañada con una sobre representación legislativa, que aleja a México años luz de lo que debe ser una república representativa y democrática. Totalitarismo puro.
La Constitución, la verdadera División de Poderes, serán reventadas por un régimen que se apresta a sepultar las huellas de su enorme corrupción y monumentales errores cometidos.
Ignacio Ovalle, Manuel Barttlet y los sobre costos de Dos Bocas y Tren Maya, serán la evidencia imborrable que colocan a la llamada 4ª Transformación, como la mentira más grande del mundo jamás contada.
Y en medio de esta tragicomedia, otras dos expresiones excelsas de esa corrupción. PT y PVEM ¿Qué representan en la historia de México para convertirse, de pronto, en el factótum del devenir político del país? Nada.
Por eso es que, reiteramos, eso que pretenden hacer Morena y sus esbirros, encierra el agandalle más brutal de la historia, del que tarde o temprano tendrán que pagar, a menos que México empiece a venezolanizarse.
Con la reforma judicial que viene y el reparto leguleyo del Congreso, lo que dejará de existir en México es el equilibrio y los límites en las relaciones de Poderes. Quizá debamos discutir entonces la posibilidad de elegir un primer ministro.
Si todo va a ser por elección popular ¿por qué los secretarios de Estado no son elegidos de la misma forma, para dar más peso al Poder Legislativo? Así dejaría de ser, como hasta ahora, una simple oficialía de partes del Ejecutivo.
Morena legislará sin obstáculo alguno. El control será absoluto, pero las culpas también. Los enormes errores del actual gobierno empezarán a hacer crisis pronto. La oposición, con un 46% de votos, obtendrá sólo 26% de las curules.
El INE y el Tribunal Electoral preparan así el telonazo final. Sería realmente una sorpresa, un milagro, que decidan impedir este agandalle y se inclinen por el principio Constitucional de la representatividad democrática.
Las evidencias también están a la luz del día. Bajo las órdenes de Guadalupe Taddei, el INE fue todo, menos garante del equilibrio y la equidad. Permitió todos los excesos y violaciones del Presidente de la república, sin repercusión alguna.
Según el último informe del Comité Técnico Asesor del PREP, a tan sólo unos días de las que fueron las elecciones más grandes del país, el INE improvisó con 800 capacitadores menos. Dejó las Juntas Distritales a merced del caos.
El 6% del personal simplemente brilló por su ausencia en la jornada electoral. Hubo una deserción masiva de capacitadores, asistentes electorales, capturistas y coordinadores, por la baja de salarios que ordenó López Obrador.
Ella nunca quiso o no supo oponerse a los deseos del presidente. Hoy, estamos a un paso de llevar a cabo otro proceso electoral costosísimo, sólo por el capricho de un hombre que, está visto, impondrá su criterio a las mujeres.
Sea como sea, la futura presidenta deberá vigilar a quién obedecen esos que hoy parecen tan unidos porque, por el momento, la lealtad ciega no es para ella, es con uno que se llama Andrés Manuel López Obrador.
También deberá replantear su relación frente a los partidos de oposición porque, como se ha visto en el caso de Venezuela, los fracasos en el gobierno ya sólo tendrán un progenitor. Ya no podrá decir que fueron “los de antes”.
Para El Gran Gandalla, el “techo de cristal” se convirtió en piso. Pasó por encima de todas ellas. AMLO se sirvió de mujeres para dejar un entramado que, hoy por hoy, deja profundamente agrietado el sistema institucional de México.