Las Guerrilleras del Periodismo -VII-
Por Edmundo Cázarez C.
-Primera de tres partes-
Fotos Adrián Ponce
Sara Lovera López, es una reconocida periodista mexicana y destacada activista feminista, quien se ha distinguido por su incansable actividad a favor de los derechos humanos de las mujeres. Sin poder ocultar su orgullo y la enorme satisfacción de haber nacido en la Ciudad de México, un 30 de septiembre de 1949. Desde muy temprana edad, demostró su inclinación por el periodismo, pues a los cinco años de edad, su hiperactividad le permitió aprender a leer y escribir a la perfección y entre los 13 y 14 años de edad, manifestó su decidida vocación por el periodismo.
Ni Ángel ni Demonio del periodismo, como ella misma se autodefine, cuenta con una impresionante trayectoria dentro de los medios de comunicación, desempeñándose desde reportera, columnista y corresponsal nacional e internacional. Su férrea tarea a favor de los derechos humanos de las mujeres, le permitió ser socia fundadora del diario La Jornada, en donde creó, junto con un grupo de mujeres periodistas y feministas, el suplemento “Doble Jornada”, con una vida editorial de 11 años, documentando la condición social de las mujeres en nuestro país.
En 1988, fue cofundadora de una organización no gubernamental, y en 1995, de la agencia multimedia CimaNoticias, siempre, contando con el incondicional apoyo de otras inquietas mujeres periodistas, es así como se convierte en impulsora de la creación de las Redes de mujeres periodistas con visión de género nacional, la centroamericana, la latinoamericana, la de México-Estados Unidos y Canadá, y finalmente, la Red Internacional.
Sara Lovera, una mujer que en ningún momento se mantiene quieta. En 2014, comenzó la serie de televisión “Techo de Cristal”, que producía la Dirección General de Televisión Educativa -DGTV- En marzo de 2015, impulsó la construcción de una nueva plataforma informativa ligada a SEMIAC, llamada SEMMÉXICO. En febrero de 2020, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CDNH), la nombra integrante del Comité Técnico de Evaluación del Instituto Nacional Electoral -INE-, Comisión responsable de calificar la idoneidad de los cuatro nuevos funcionarios con los que se renovó el Consejo General de ese Instituto.
Y por si fuera poco, en octubre de 2020, fue invitada a inaugurar el Consejo Editorial de Género de Organización Editorial Mexicana. A partir de esa fecha, dentro de esa cadena de 43 impresos y portales, semanalmente, publica su columna “Palabra de Antígona”. Es de vital importancia señalar que este Consejo es único en su tipo en América Latina y lo preside la también destacada periodista Martha Ramos, la mejor directora editorial que haya tenido Organización Editorial Mexicana -OEM-En este 2024, la nombran Editora de Género para Organización Editorial Mexicana, con lo cual, ve coronados sus esfuerzos de lograr la meta que se había fijado.
Al continuar con la VII entrega de la saga LAS GUERRERAS DEL PERIODISMO, que iniciamos aquí, en EL UNIVERSAL, entrevistar a Sara Lovera, A lo Mero Macho, no fue nada fácil, durante nueve largos meses, por una y otra razón, se posponían las fechas acordadas. Hasta que, por fin, pudo empatar sus compromisos con la solicitud que le habíamos formulado con mucha anticipación y decide recibirnos en la intimidad de su hogar, ubicado en la colonia Narvarte de la Ciudad de México.
Antes de iniciar la amena e interesante conversación, nos pide que la acompañemos a realizar un rápido recorrido por su “hábitat”, como jocosamente le llama a su casa, en donde también, tiene ubicada una muy pequeña pero funcional oficina y/o “refugio intelectual”, totalmente llena de libros, desde donde, cada mañana, escribe sus artículos y prepara un sinnúmero de conferencias que imparte en diversas universidades e institutos de educación superior del todo el país, dirigidas a los estudiantes de las carreras de Derecho, Comunicación y Derechos Humanos.
Rodeada de una pequeña selva, una diversidad de llamativas plantas que engalanan su confortable sala, en cuyas paredes cuelgan infinidad de cuadros, pinturas y fotografías con grandes personalidades de la vida política y social del país, a quienes le ha tocado entrevistar. Ataviada de una preciosa blusa artesanal color amarillo que decidió portarla durante la entrevista con EL UNIVERSAL, “El Mejor Diario de México”, enfática, señala que: “El periodismo solamente tiene sentido si mejora la vida de las personas”
Oculta en una extrema seriedad, Sara Lovera nos permite descubrir a una mujer encantadora, inteligente y dueña de una memoria prodigiosa, de repente y sin darse cuenta, deja aflorar los chascarrillos y ese sentido del humor al que se resiste demostrarle a los demás. Amable en su trato, educada, una mujer que transmite confianza, da muestras de su riqueza cultural, enfatiza que es un lujo llegar a los 75 años de una vida cargada de sorpresas y satisfacciones, que solamente el periodismo puede brindar.
-¿Cómo te va en la vida?
-Yo creo que, a cierta edad, como que uno apenas comienza a realizar balances de todo lo vivido. Justamente, en estas fechas y por alguna razón, creo que estoy en mi año “diamante”, es decir, estoy por cumplir 75 años de edad…
-Dicen por ahí, que la etapa más productiva y de consolidación del ser humano, radica entre los 65 y 75 años…
-Yo le llamaría que ese periodo al que te refieres, es quizás, un principio de realidad existencial…
-No me digas que ya se te acabo el oxígeno y esa vitalidad, tan característicos en ti…
-Muchas gracias, eres todo un caballero, pero, a decir verdad, creo que ya son los últimos años de mi vida…
-¿Cómo evalúas ese balance que haces de tu fructífera vida?
-Sin temor a equivocarme ni caer en egocentrismos, te puedo decir que ese balance es absolutamente positivo… ¡y en todos los sentidos!!
-¿Una mujer afortunada?
-Al encender el primero de los 8 cigarrillos marca Benson & Hedges -crystal blue-, que fumó durante el transcurso de la entrevista, responde: “He sido una mujer que ha tenido mucha suerte…”
-¡Qué curioso!!, antes de venir a conversar contigo, no faltó quién me dijera que tienes un carácter horrible y tenía que ser muy prudente contigo porque eres de “mecha corta”…
-Totalmente sorprendida por lo que acaba de escuchar, con el rostro ligeramente enrojecido, me dice: “¡Madre Santa!!… ¡No me digas!! ¿Cuántas personas te dijeron que soy así, de un carácter de la chingada? Ja, ja, ja. Mi querido Edmundo, si te dijeron eso de mí, quizás, fue porque se acordaron de cómo era yo de jovencita…”
-A lo Mero Macho… ¿Eras de “mecha corta”?
-No es que haya sido una chamaca “cabrona”, sino que, lo que sucedía… ¡es que no me dejaba de nadie!!
-¿Por qué eras así?
-Es que comencé a trabajar desde muy chica, a los 19 años de edad, pero, sobre todo, fue una época en donde no había muchas mujeres dentro del periodismo…
-¿Sobre qué comenzaste a escribir?
-Es que no lo hice sobre temas dedicados a las mujeres…
-¿Entonces…?
-Me inicié siendo una reportera común y corriente…
-¿Cuántas mujeres reporteras había en los periódicos de aquel entonces?
-¡Muy, pero muy poquitas…!!
-¿Cuántas…?
-Un día, las contamos junto con Silvia Sáyago. En 1969, éramos un total de 10 mujeres reporteras en todos los periódicos de aquel entonces, claro está, incluyendo la radio y los nacientes noticieros de televisión. Éramos muy poquitas mujeres periodistas en los medios y en comparación a una selva masculina espantosamente enorme, en donde mi primer jefe de información era Luis Sánchez Arreola, a quien le apodaban “El Tigre”
-¿Qué te hizo ese señor?
-El primer día que me mandó “cubrir” una gira, con el entonces director general del ISSSTE…
-¿Quién era ese director general del ISSSTE?
-Un tal señor de apellido Colorado, que no me acuerdo de su nombre, quien iba a inaugurar una clínica en Acapulco. Por cierto, era la primera vez en mi vida que me subía a un avión, y te estoy hablando de 1969. Eran unos avioncitos muy pequeños de Aeroméxico…
-¿Qué te dijo don Luis Sánchez Arreola, al darte tu orden de trabajo periodística?
-Me dijo: “Mira Sara, a donde vas ir, es una auténtica selva y si no aprendes a mentar la madre, con todas sus palabras, bien fuerte y a tiempo, estos cabrones reporteros te van a comer… ¡viva!!
-Órale… ¿De ese tamaño era la advertencia?
-¡Ni más ni menos!!, es que la mayor parte de reporteros eran puros hombres.
-¿Lo tomaste a mal?
-No, sino muy al contrario, eso me hizo reflexionar profundamente para que me diera cuenta que el medio periodístico era totalmente masculino, totalmente agresivo y hasta complicado para poder desempeñar libremente mi actividad como reportera.
-¿Sola contra el mundo?
-Pues no sola contra el mundo, pero sí, que estaría rodeada de puros hombres, porque a las demás mujeres reporteras, las tenían un tanto recluidas en el fondo de lo que yo le llamo como “la cocina del periodismo…”
-Exclusivamente en las secciones de sociales y espectáculos?
-¡Exacto!!, en sociales, páginas dedicadas a las modas o en clubes rotarios, que era lo que cubrían mis compañeras reporteras
-Antes que te pregunte ¿Por qué Periodista? ¿Qué recuerdos guardas de tu etapa infantil?
-Solamente me acuerdo que fui una niña mucho muy feliz, en compañía de mi papá y de mi mamá…
-¿Fuiste hija única?
-¡Noo!!, fui la tercera y la menor de tres hijos, eso sí, con una diferencia de siete años con el hermano mayor y cinco a la anterior a mí.
-¿Una niña mucho muy consentida?
-Sí, para qué te digo que no. Sí fui una niña mucho muy consentida, además, sumamente amada por mis papás.
-¿Te querían tanto que tenías maestros particulares y clases en tu casa?
-¡No!!, las cosas no fueron así…
-¿Entonces, una niña del montón asistiendo a escuelas públicas?
-Fui a una escuela de monjas porque era sumamente inquieta.
-¿En dónde vivías?
-Nací y viví hasta los 24 años en la colonia Estrella, a tan solo 3 o 4 cuadras de la Basílica de Guadalupe. Me cuentan que mi abuela paterna había comprado un terreno dentro del entonces llamado “Fraccionamiento Estrella”, donde ahora se encuentra un teatro propiedad del Instituto Mexicano del Seguro Social, una colonia relativamente pequeña.
-¿Cómo era esa escuela de monjas a la que asistías?
-Estaba ubicada en la calle de Talismán, una escuela de monjas italianas…
-¿Esa hiperactividad se iba a regular estando en una escuela de monjas?
-Es que la recomendación que le dio el pediatra a mis papás, fue que debería estar ocupada todo el tiempo con diversas actividades.
-¿Cómo te sentías estando ahí?
-Creo que muy feliz, era una niña hiperactiva, estando ahí, como que me sentía un tanto más libre que estando en mi casa, vamos, hasta me convertí en una niña “chismicolera…
-¿Qué significa “chismicolera”?
-Que siempre andaba de chismosa, metida en casas de los vecinos. Me encantaba irme a comer a las casas de los vecinos. Lo que recuerdo, es que me consentían muchísimo…
-¿Ya eras “comunicativa” por excelencia?
-¡Claro!!, pero me sentía completamente feliz.
-¿A qué se dedicaba tu papá?
-Mi papá, era hijo de una señora comerciante muy exitosa. Una india mazahua que no sabía leer ni escribir, pero eso sí, propietaria de unas bodegas de un negocio de jarcia, dentro de la antigua Merced…. ¿Te acuerdas de eso?
-No, la verdad es que no. Llegué a la Ciudad de México cuando tenía 16 años de edad, a finales de los años 70`s…
-Bueno, entonces te platico… Te estoy hablando de lo que era la antigua Central de Abastos del Distrito Federal -hoy, Ciudad de México-, justamente, atrás de Palacio Nacional. Así es que, en la calle de Jesús María, mi abuela tenía sus bodegas, lo que le permitió adquirir un buen terreno dentro del fraccionamiento Estrella…
-Bueno, te quería tanto tu abuela que hasta el mismo nombre tienes como ella…
-En efecto, mi abuela Sara me consentía muchísimo, pero también mis padres…
-¿Cómo se llamaban tus papás?
-Mi padre fue José Lovera Cedillo y mi mamá Rosario López Sauza
-¿A qué se dedicaba tu papá?
-Había nacido en Jocotitlán, Estado de México, al igual que mi abuela paterna…
-¿Una niña anhelada con mucho amor?
-Sí, la verdad es que si, pero más que eso, era mucho muy libre porque mi mamá estaba más preocupada y ocupada en “cuidarle la virginidad” a mi hermana, quien me llevaba cinco años de edad, cuando apenas yo tenía 7 años, así es que me sentía mucho muy libre y sin tener la presión ni los regaños de mi mamá
-¿A qué jugabas?
-Me gustaba jugar mucho a las canicas y treparme a los árboles…
-¿Puros juegos de niños varones?
-¡No!!, también me gustaba jugar a la “comidita” con amiga Guadalupe Suárez y compañera de la primaria y que sigue siendo mi gran amiga hasta la fecha. Cuando íbamos al parque, nos subíamos a todos los juegos, por más difíciles que estuvieran
-¿Tenías la vitalidad de un niño en el cuerpo de una niña?
-¡No!!, eso, es una barbaridad. Simplemente, era una niña libre que jugaba a lo que quería y en una época en que las niñas salían muy poco a la calle, disfrutábamos andar en el parque.
-¿Pero te llamaba más la atención los juegos con mayor adrenalina para niños?
-Es que estuve rodeada de muchos primos y hacíamos competencias con ellos, es más, siempre les ganaba en las canicas y como tenía muchísimas, me ponía a venderlas entre los demás niños en la puerta de mi casa.
-¿A lo Mero Macho, eras buena para las canicas?
-Sí, la verdad es que sí… ¡Cómo olvidar la frase de “chiras pelas”, además, me ponía a pintar en el suelo un sinfín de carreteritas!!
-¿Cuándo te ganaban los otros niños, hacías tus “panchos”?
-Más que hacer mis berrinches o “panchos” como le llamas, intercambiaba las canicas que tenía repetidas como las agüitas y los famosos tréboles de colores muy llamativos… Creo que logré juntar poco más de 300 canicas.
-Una infancia a plenitud…
-Fíjate que sí. Me acuerdo que le ayudé a mi hermano a fabricar una bolsa de tela para que guardara sus huesitos de durazno y pintarlos de colores.
-Una hermana condescendiente…
-Siempre he sido muy participativa y nada egoísta. A propósito, me cuenta mi hermano que cuando yo tenía 5 años de edad, cuando él, ya iba en segundo de secundaria, tomé un cuaderno de inglés que ya no utilizaba y que era bastante grueso y me puse a llenarlo completamente con puras bolitas y palitos, ahí me tenías todo el santo día escribe y escribe en aquel voluminoso cuaderno.
-¿Pequeños “destellos” de lo que años más tardes seria tu profesión de escribir y escribir?
-Puede ser, mi querido sicólogo encubierto…
-El que se lleva se aguanta ehh…
-Ja, ja, ja… ¡No te molestes mi querido amigo!!, es que, de verdad, me sorprendes porque tus preguntas van mucho más allá de lo que yo voy respondiendo…
-¿Ya te ponías a leer libros?
-¡No te digo!!, comencé a leer desde muy niña…
-Estando en la primaria, ¿cuál fue el año que más te gustó?
-¡Puff!!, me pones a sufrir haciendo memoria de tantos años… Creo que fue estando en cuarto de primaria. Mi maestra era una monja que se llamaba María Elena, quien me tenía una muy especial paciencia y me decía: “Sarita, eres una muy niña muy inteligente, pero si no pones atención en las clases, no vas aprender nada.
-¿Eras un verdadero “torbellino”
-Totalmente hiperactiva. Creo que fue el cuarto de primaria, lo que más me gustó.
-¿Y tu peor año de educación básica?
-A lo mejor, estando en el kínder, porque era tan inquieta que me castigaban mucho.
-¿Cómo te castigaban?
-Me ponían hasta el fondo del salón, en una esquina, un lugar que yo veía inmenso. Aunque me dejaban solita en ese rincón, hablaba y hablaba, creo que me ponía a platicar hasta con los mosaicos, de esa forma, el castigo que me aplicaban era como más llevadero para mí.
-¿Eras “matadita” para la escuela?
-¡No entiendo!!… ¿Qué quiere decir “matadita”?
-Que eras muy dedicada para la escuela, te esforzabas con tus tareas y aprovechamiento…
-No, fíjate que no…
-¿Ni con eso de que, “la letra con sangre entra”?
-No, tampoco. Aprendía muy rápido, creo que tenía muy buena memoria. Por cierto, como mi hermana estudiaba en la Escuela Normal de Maestros, ella fue quien me enseñó a leer desde los cinco años de edad, ya sabía lo que era la lectura de comprensión. Debo confesarte que mi hermana fue mucho muy importante para mí porque me enseñó a leer, y luego, me ponía a que le platicara lo que había entendido de cada lectura.
-¿Una niña que nació para triunfar?
-Yo no lo veía desde ese ángulo, sino que sentía mucha seguridad en mí.
-¿Cómo era un día “normal”, para la niña Sarita?
-Con el rostro totalmente sorprendido me dice: “¡Uff!!, tus preguntas me sorprenden… ¡Edmundo!!, déjame pensar y ubicarme en esos momentos de mi vida. Estando en la primaria, como te contaba, iba a la Escuela Primaria Italo/Mexicana, mañana y tarde. Entraba a las ocho de la mañana y salíamos a las 12:30 del día. Mi Nana iba por mí a la escuela. Me llevaba como media hora a los columpios del parque cercano a mi casa, y luego, llegaba a la casa para comer…
-Ya ves, cómo si te acuerdas de todo…
-Pues sí, pero me pones a sufrir porque tus preguntas rompen con los estereotipos de entrevistas de prensa…
-No te enojes, mejor sígueme contando…
-Después de jugar un ratito en el parque, mi Nana me llevaba a ver a mi abuela y a robarme algo de su refrigerador para aguantar el hambre, en lo que llegaba a mi casa…
-¿Qué le “robabas”?
-Una gelatina o lo que me encontrara…
-¿Al llegar a tu casa, qué es lo primero que hacías?
-Alguna labor doméstica, ayudando en casa, porque tanto mi abuela como mi mamá, exageraban de ser mucho muy limpias, la casa tenía que lucir “impecable” y muy ordenada. Total, me daban de comer y me preparaba para irme de nuevo a la escuela por las tardes…
-¿Qué hacías en la escuela por las tardes?
-Normalmente, por las tardes, había actividades religiosas o manuales…
-¿Y cuál te gustaba más de las dos?
-¡Las dos!!, por cierto, me gustaba mucho limpiar las pequeñas estatuillas de los santos y hasta platicaba con ellos…
-¿Qué les decías o les preguntabas?
-A la Virgen de los Dolores le decía que, si yo era un ser humano, ¿Por qué las monjas me ponían a trabajar en exceso?, no conformes con eso, hasta me castigaban como si fuera una persona adulta.
-Aparte de los castigos en el salón… ¿Qué más te hacían esas monjas?
-A veces, no me dejaban ir a comer a mi casa y me quedaba con las niñas que estaban en calidad de internadas. Me obligaban poner los platos y cubiertos en la mesa para comer. Vamos, querían mantenerme ocupada en lo que fuera.
-¿No que mucho amor con las monjas en ese tipo de escuelas?
-Era una absurda clave o táctica que empleaban las monjas para castigar a los niños…
-Eso, era una explotación laboral infantil…
-Pues sí, pero fue una característica en toda mi etapa de estudiante. A ciencia cierta, ignoraba si era una combinación o un acuerdo entre mis papás y las monjas para que dejara de ser tan hiperactiva…
-Vaya terapia que te aplicaron…
-Sí, por supuesto, yo era la encargada de mantener limpio el pizarrón, el salón, la encargada que hubiera suficientes gises y un borrador en óptimas condiciones. “Sarita”, era la encargada de traer agua para todos mis compañeritos. La que limpiaba la pequeña Capilla en donde nos metían hacer oración.
-¿Cuál era ese platillo que te preparaba tu mamá y que te “chupabas” los dedos?
-¡Imagínate!!, mi mamá era veracruzana de nacimiento y preparaba de comer ¡delicioso!!
-¿Pero cuál era ese platillo, en especial, que te fascinaba?
-Un picadillo cubano con plátano macho, sabia riquísimo… A propósito, ¿Se quedan a comer conmigo? -nos invita a mi nieto y a este reportero- También preparaba unas milanesas… ¡Hum, súper deliciosas!! Así como un asado de carne de res con jitomate y papas en la olla exprés. Guisos muy sofisticados de la cocina veracruzana. La prioridad de mi mamá era que comiéramos muy bien para ir a la escuela con la barriga llena…
-¿Alguna vez faltaste a la escuela?
-¡Jamás!!, mi mamá nunca permitió que faltáramos a la escuela, ni teniendo calentura podíamos faltar, nos daba un “mejoralito para niños” y asunto arreglado.
-¿Ibas porque ibas?
-¡Así fue!!
-¿Te resultaba un tanto gratificante, haber nacido en “pañales de seda”?
-A ver mi querido Edmundo, antes de responderte… ¿A todos tus entrevistaos los pones a sufrir así, con preguntas tan personales?
-¿Te molesta? ¿Deseas que suspenda la charla?
-¡Nooo!! No es que me moleste, pero te vas hasta la cocina, sacas y sacas temas que más que una entrevista, es como una biografía y me tienes completamente sorprendida…
-Sara, tú, eres mi Maestra en el periodismo, yo sigo haciendo “mis pininos”
-Ja, ja, ja, dices que estás haciendo tus “pininos”, eso, ni tú te la crees. Eres un excelente entrevistador.
-¿Me vas a decir si naciste en “pañales de seda” o no?
-Digamos que sí, y por dos razones. Primero, porque me tocó ser la última hija de mis papás y la última nieta…
-¿…Y dos?
-Porque había…
-¿Eran ricos?
-No, no éramos ricos, pero había lo necesario. Siendo la más pequeña, claro que me arroparon con mucho cariño y atenciones.
-A lo Mero Macho… ¿No sabes de pobrezas?
-¡Gracias a Dios!! Y a mis papás, desde que tengo uso de razón, nunca me ha faltado nada, inclusive, muchas veces inventaba que en la escuela me pedían cosas y me las daban de inmediato…
-¿La niña de las cajitas?
-Su rostro refleja sorpresa, se lleva las manos hacia la cara y con ambas palmas tapa su boca y expresa: “¿Cómo sabes que así me decían de niña?”
-Tú y yo, somos igual de preguntones, así es que me puse a investigar un poco sobre ti…
-En la escuela me decían la “niña de las cajitas”, porque tenía una cajita para cada cosa, para los lápices, para el borrador, para los gises y cuadernos de todos tamaños, los forraba con plástico, pero también, inventaba cosas que no me pedían en la escuela que no tenía a mi alcance, todo lo que fuera necesitando me lo daban mis papás.
-¿Tenías todo a “pedir de boca”?
-Digamos que sí…
-Si eras tan consentida, me imagino que Santa Claus y Reyes Magos fueron muy generosos contigo…
-Fíjate que fue algo muy relativo porque tuve la suerte de que, en ninguna de las dos familias, -materna y paterna-, no eran muy religiosas, mucho menos, acostumbradas a las fiestas tradicionales de fin de año en donde se compraba y se vendía, por lo tanto, los regalos a los que te refieres eran escasos…
-¿Tradiciones austeras de una “pobreza republicana” como dice “tú presidente”?
-Ja, ja, ja, ahora… ¡échame a mí la bolita!! Es que todo lo demás, ropa, zapatos, útiles escolares, en fin, todo, pero todo, estaba resuelto por mis papás.
-¿Y si en el mes de marzo se te pegaba la gana de tener una bicicleta?
-Esa bicicleta me llegaba sin importar la fecha en que la pidiera. Insisto, mis padres no nadaban en dinero, pero hicieron todo lo posible por satisfacer nuestras necesidades.
-¿Y tu primera muñeca?
-Me la compró mi hermano y no mis papás. Una muñeca hermosa de pelo natural que movía los ojos. Asimismo, mi hermano y con sus propias manos, me fabricó una hermosa e impresionante casa de muñecas. Aparte de la que me había construido mi papá durante 10 largos años, sacada del tesoro de la juventud, pero a escala.
-¿En tu casa se respiraba un ambiente “aspiracionista”
-¡Tal cual!!, como dice “el peje”. Mi papá, era un fiel seguidor de las enseñanzas de su mamá, es decir, totalmente disciplinado, acomedido, muy trabajador apegado y con enormes deseos de progresar. Mi abuela paterna había comprado un terreno para cada uno de los nietos que había nacido…
-¿Y en la familia de tu mamá?
-¡Ah!!, ahí, las cosas cambiaban radicalmente, todo, pero todo, era ilustrado.
-Platícame de tu abuela materna…
-Primero déjame decirte que mi mamá quedó huérfana de padre, al igual que mi abuela paterna. Mientras que mi abuela materna, desde muy pequeña, así como todos sus hermanos, tuvieron que crearse con un tío, quien les consiguió becas para que estudiaran. ¡Uff!!, para esos tiempos y con ese tipo de vida social. Mi tío era un ingeniero agrónomo de Chapingo, lleno de aspiraciones, hasta llegó a convertirse en funcionario de la presidencia municipal de Jalapa, etcétera…
-¿Cuál era la mística de las dos mujeres que te crearon?
-Ambas, mi madre y mi abuela paterna, mantenían un discurso de la importancia que era tener un pleno conocimiento de las cosas y saber defenderse en la vida.
-La prueba de ello, eres una reconocida y exitosa periodista, vamos, te inculcaron valores muy sólidos…
-Lo dices a la perfección, no necesariamente eran valores religiosos ni valores muy tradicionales… ¡eso, no era lo importante!!
-¿Entonces, qué era lo importante?
-El discurso de mi abuela materna, era que todas sus hermanas habían logrado salir del pueblo… ¡y en la etapa postrevolución!!, encontrándose en el camino de la vida con infinidad de cosas. Todas ellas, tuvieron varios maridos e hijos con diferentes hombres.
-¿Tus papás, cómo se conocieron?
-¡Que buena pregunta!!, la verdad, te felicito porque indagas por todas partes. -De inmediato, noto que su semblante ha cambiado totalmente, sus ojos brillan con intensidad. Se acomoda en el sillón en donde está sentada hasta encontrar una posición cómoda. Me consulta si puede encender otro cigarrillo -el tercero- Con un tono de voz totalmente animado, me dice: “Mi papá, era el “niño bonito” de la familia y tenía dos gustos que mantuvo durante toda su vida, que eran bailar y jugar billar…
-¿…Y?
-Pues estando jugando en el billar fue como conoció al hermano de mi mamá, mi tío Rafael, que, por cierto, era medio vago y pobre. Total, lo invita a cenar a la casa de mi mamá, porque vivían con su abuela. Mi mamá tenia seis meses de nacida cuando mataron a su papá en la revolución. Mi mamá me contaba que había un chilito, algo muy parecido al mole y que se consume mucho en la zona centro de Veracruz, en Córdoba, así como en la parte montañosa de Huatusco…
-Ahora sí, que el amor entra por la boca ¿Cómo se llamaba ese chile?
-Tlatonile, bueno, pues ese chilito que se untaba, muy similar a la pasta del mole, hacían taquitos y el hombre que llegaba a la casa de una mujer, la prueba de fuego para que le dieran el sí, era comer un taquito de chile tlatonile, pero picaba muchísimo, mucho más que el chile habanero. Esa sí que era una prueba de fuego porque salían incendiados por el ardor del chile. Así fue como le dieron el sí, a mi papá.
-¿Un pacto de amor a prueba de chile?
-El caso es que mis papás se casaron pronto. No existió la historia de un noviazgo muy largo…
-¿Un amor al chilazo?
-Ja, ja, ja, pues sí. Se casaron demasiado pronto y de manera pragmática, yo diría.
-¿Tu mamá, a qué se dedicaba en esa época?
-Trabajaba en un consultorio médico por las calles de Guatemala y Argentina, muy cerca de la Secretaría de Educación. Mi mamá, era hija y sobrina de mujeres totalmente autónomas. Me contaron que la ceremonia religiosa fue en una iglesia que está en la calle de Regina, porque todas las tías vivían en el centro del entonces Distrito Federal
-¿A dónde se fueron a vivir los recién casados?
-En un principio, se fueron a vivir a la casa de mi abuela, que, por cierto, esa casa tenía un piso muy parecido al que tengo ahorita aquí, en mi casa. Hasta hay quienes me dicen que me vine a vivir a la casa de mi infancia. En la planta baja de la casa de mi abuela, es donde estaban las bodegas y cuando nace mi primer hermano, mi papá se dio a la tarea de construirle un cuartito, un baño y una cocinita, para después, adecuar una casa en donde duramos viviendo los siguientes veinte años.
-Continuará-